sábado, 15 de marzo de 2008

OPOSICIONES PARA POLÍTICOS

No se exigen oposiciones para intervenir en la política y, claro, así entra cualquiera. ¡Hasta los mediocres! ¡Hasta los incompetentes! ¡Hasta los sinvergüenzas! ¡Hasta los inmorales! (Sí, sí, yo sé que hay muchísima gente decente en política, la inmensa mayoría, pero si se hicieran algunas cribas, habría muchos más).

Está visto que los partidos políticos buscan a la gente que es capaz de atraer votos, lo que parece lógico, sin importarles mucho, al parecer, las cualidades personales -moralidad y competencia- de los individuos aceptados y elegidos.

Para entrar como funcionario de las Administraciones municipal, autonómica o estatal, con un sueldo a veces inferior a los mil euros, hay que hacer unas reñidas oposiciones en lucha con varios miles de individuos, y te piden certificados de varios tipos; para un trabajo cualquiera, con menos de mil euros de sueldo mensual, exigen las empresas la presentación de un curriculum y, a ser posible, referencias de otras empresas o trabajos y unas cualidades específicas; pero en la política solo vale llamar la atención en las reuniones de los partidos; o gritar mucho; o preguntar mucho; sencillamente hacerse ver para que los demás se fijen en ti. "Fulano es un tío luchador y muy conocido que atraerá muchos votos". Al personaje lo conocen de vista, de estar en las reuniones, de verlo gritar e intentar imponer sus propios criterios a base de chillarmás que los demás. A nadie se le ocurre preguntar "¿cómo anda de moralidad?" (Quizá yo esté algo anticuado y esto de la moralidad ahora no se lleve, pero acepto que se pregunte: "¿cómo anda de ética?"). No, esto no lo pregunta nadie, que yo sepa.

Claro y así ocurren las cosas que todos conocemos y que ocurren un día sí y otro también. Un día de un partido y otro del de enfrente. Cargos públicos, con sueldos astronómicos, que, además, se aprovechan de su cargo, olvidando, en algunos casos, que en su trabajo habitual eran "mileuristas".

Cual es la consecuencia: Alcaldes y concejales "enchiquerados" por desconocer los más elementales principios de la moralidad o de la ética y meter las manos donde no deben.

Y lo lamentable es que algunos de esos señores a los que nada se les preguntó ni exigió cuando entraron en el partido, resultan incluidos en unas listas electorales cerradas y si resultan elegidos son encargados de administrar los bienes públicos, que, -contra el criterio de una señora ministra que creía que el dinero público no es de nadie,- son de todos los ciudadanos.

Podríamos poner numerosos ejemplos, en todos los partidos, -¡no se salvo ni uno!- pero me limito al último caso conocido leído esta misma mañana en Internet.

Un ex teniente de alcalde del Ayuntamiento de Palma durante la pasada legislatura, concejal de Urbanismo para mayor inri, se gasta el "tío" entre los años 2.006-2.007 la nada despreciable suma de 45.000-60.000 € del Ayuntamiento, en sus "juergas" particulares, porque, tomo los datos de Internet, el personaje es drogadicto y los dineros se los gastaba en club honosexuales, -igual que si hubiese sido en clubes heterosexuales-. Pero, además, era tan estúpido que hacía los pagos con la tarjeta de crédito que el Ayuntamiento entrega a los ediles para atender gastos oficiales. Lógico. A ninguna persona razonable y decente se le ocurre usar la tarjeta pública para pagar cuestiones privadas. Claro, cuando lo han descubierto, la fiscalía ha procedido a denunciarlo ante el Juzgado correspondiente y ahora dice el buen hombre que se marchará a Madrid a desintoxicarse. Luego alegarán que cuando lo hizo estaba bajo los efectos de la droga y pedirán que le apliquen una circunstancia eximente o atenuante de su responsabilidad penal, si es declarado culpable.

No hizo oposiciones para político ni le exigieron certificados de ningún tipo.

Me pregunto: ¿Quién fue el lumbreras que a un inividuo de esta naturaleza le permitió entrar en el partido, propuso incluirlo en las listas y al ganar las elecciones le puso en las manos la concejalía de Urbanismo de una ciudad como Palma? Voy a pensar que la persona que lo admitió, que lo incluyó en las listas y que lo designó para el cargo lo hizo de buena fe, pero, desde luego, esa persona, ese superior responsable político, debería pasar por el oculista porque, a mi juicio, de vista no anda demasiado bien.