sábado, 2 de febrero de 2008

EL PINO VERDE DE MI CASA

Hasta hace un par de años vivi en una casa con un pequeño jardín en el que crecieron varios árboles. Había una higuera, un limonero y un ciruelo. También había un pino que lo planté con mis propias manos.
En las tardes de verano, sentado en la terraza, mientras escuchaba el canto de la chicharra en los montes cercanos, lo vi crecer un poco cada día hasta que se hizo enorme. Un señor Pino. Los pájaros se detenían en él. Daba una enorme sombra en el jardín. Vivimos juntos durante varios años.
Una de aquellas tardes decidí escribirle algo para el recuerdo. Son los versos que siguen a continuación:

El pino verde de mi casa:

Nació cuando nacieron
algunos de mis hijos;
creció ante nuestros ojos,
sin mayor atención,
con riego de la lluvia en el invierno,
en el verano, con riego de aspersor
y con calor del sol.

Con el paso del tiempo,
creció con tronco poderoso
y pródigo en ramajes.

En los primeros años de su vida
lo veíamos crecer
desde el ventanal de nuestro dormitorio.

Crecía de día en día;
crecía de mes en mes;
crecía de año en año,
y un día nos dimos cuenta
de que aquel arbolillo,
plantado con cariño,
se nos había hecho “un hombre
entre las manos,
casi sin darnos cuenta.

Se nos había hecho un pino
poderoso y alegre,
tan verde como un bosque,
tapando la visión de la ventana.
Moviéndose como un barco velero
que se mueve en la mar,
al vaivén de las olas,
sin avanzar jamás.
Llamando la atención los días de viento.
Llorando sin cesar los días de lluvia.
Mirando con temor a las tormentas
por miedo a cualquier rayo.

Fue lugar preferido
de tórtolas y pájaros
que vienen cada día
a jugar al jardín.
Y en él se paran;
y saltan;
y juegan;
y cantan y se asustan...
Como si el pino fuera
un teatro para pájaros;
como si el árbol fuera
un bloque de viviendas alquiladas
por tiempos momentáneos;
como si el árbol fuera
un pueblo acogedor,
un lugar de refugio,
donde nadie es extraño
y hay lugar para todos.

El árbol vivo.
El árbol Pino Verde.
El hermoso Pino Verde,
de tronco poderoso
y pródigo en ramajes.

Crecía día a día;
crecía de mes en mes;
crecía de año en año...
y todos en la casa lo veíamos crecer.
Generoso sin límites,
todos cabían en él
Y en verano daba pródiga sombra.

Debía tener ocultas
numerosas raíces,
enorme raigambre subterránea
para poder mantener erecto
el tronco poderoso y el ramaje
donde conviven las tórtolas y pájaros
en perfecta armonía...

En el suelo de césped
asoman sus raíces
para ver lo que ocurre sobre tierra.
Y a veces se esconden... asustadas.

Un día se secó.
Dejó de ser todo lo que era.
Un teatro para pájaros.
Viviendas alquiladas.
Un pueblo acogedor.

Así es la vida.
Un día, poder y gloria.
Mañana... como el árbol,
la vida se seca y se diluye.
La vida ya no es vida.
Cuando la vida deja de ser vida
el final es un simple recuerdo.
El recuerdo
del Pino Verde de mi casa.

1 comentario:

CAROLINA LEDESMA ALBA dijo...

Querido papá:

Dicen que hay tres cosas fundamentales que se deben hacer en la vida: tener un hijo, escribir un libro y plantar un árbol.

No tenía ni idea de que aquel grandioso pino bajo el cual jugábamos tantas veces en verano lo habías plantado tú con tus propias manos, pero ahora tengo claro que no solo has hecho las tres cosas, sino que todas las has hecho MUY BIEN.

La poesía me ha encantado.

Un beso ;-)